Bueno hace algún tiempo que no hago algún pequeño relato. Yo era y sigo siendo un enamorado de la montaña y de sus habitantes como el conejo la liebre y las perdices, mi relato se reflejaran en una maña de caza de conejos, confieso que me a gustado la caza, y creo que me sigue gustando, pero más le gustaba a mi tío Benjamín, un día decide que tenemos que ir a cazar un par de conejos pues quería organizar una pequeña fiesta, y a sin lo hicimos marchemos en búsqueda de los conejos, pero no contemos que la montaña, bueno la alta montaña tiene sus leyes, y as sin fue se organizo una ventisca de nieve y viento, tal ventisca se organizo que si nos descuidamos fusemos muerto por congelación, en menos de media hora las zonas los socavones y barrancos se igualaron por la ventisca y avía momentos que nuestro cuerpo se hundía asta la cintura empapando la ropa y el calzado mi tío que era unos cuantos años mayor que yo constantemente me decía corre y no te pares, y al llegar a casa de mi abuela con el fuego encendido, comprobemos en que situación se encontraba nuestro cuerpo presto a la congelación, mi abuela Dolores Billalba Montalbán, que dios la tenga en el lugar que le corresponda, se dio cuenta de nuestra situación pues saco un par de mantas y unas tollas para secar nuestro cuerpo, pero no contábamos con el dolor tremendo que nuestros pies sufrían cuando nos daba la calor del fuego, en es mismo momento comprendimos la hermosura de la montaña pero era una hermosura con dolor y entonces comprendimos que era ella la que mandaba, y por ello la amamos y la respetamos