Los rojiblancos consiguen una manita ante el conjunto de García Pimienta antes de partir hacia la Champions.
Sin piedad. Así ha jugado el Atlético de Madrid este sábado ante Las Palmas en la jornada 25 de LaLiga. Los de Simeone han endosado a los canarios una 'manita' en un partido al que salió con varias rotaciones pensando en el descanso de piezas clave para el encuentro de Champions del próximo martes ante el Inter.
Marcos Llorente, delantero en esta ocasión, abrió el encuentro en el minuto 15 con el primer de sus dos tantos. Tras un despeje fallido de Cardona, que dio con el balón a su compañero Perrone, el rojiblanco reventó la red batiendo a Valles.
Y a los cinco minutos otro error de la defensa canaria provocó el segundo de Llorente. Correa le robó un balón a Coco en el lado izquierdo del ataque rojiblanco y centró al '14', quien batió de nuevo al cancerbero cerca del punto de penalti.
Ángel Correa- también quiso unirse a la fiesta de Llorente y fue el goleador del segundo tiempo, con uno de sus dos goles siendo de penalti. Y la goleada la cerró Memphis Depay, ya al borde del final.
Y, sobre todo, porque a Simeone le salió el partido pensado. El técnico argentino descubrió, desmenuzó, incidió y aprovechó los puntos débiles de Las Palmas. Es un entrenador que reduce cada duelo, cada instante, cada partido, al mínimo detalle para vislumbrar muchas veces (hay otras que no) dónde se decide el encuentro. En qué defecto o en qué virtud.
La presión arriba, en campo contrario, fue el elemento crucial sobre el que sustentó todo lo demás para desarmar a Las Palmas. No permitió su ritmo y promovió cada fallo de su rival. A la vez, solventó los riesgos que asumió en su defensa, uno para uno bastantes veces, sin que Las Palmas le hubiera llegado apenas en gran parte del encuentro.
La posesión del conjunto canario, tan identitaria en el proyecto de García Pimienta, fue su fin en el Metropolitano. Acechado por el Atlético, lanzado a un acoso intenso, insistente y vertiginoso en cada salida, en cada pase, en cada momento con el balón de Las Palmas, los visitantes se sintieron forzados, agobiados, fuera de sitio y erráticos. Demasiados fallos. Incluso al final, cuando Cardona puso hacer el gol de consolación... pero apareció Oblak y los rojiblancos consiguieron el partido perfecto.
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