LA CONSTRUCCIÓN DEL TITANIC
Puesto que los barcos debían convertirse en los mejores del mundo, en su construcción se cuidaron todos los detalles, especialmente en el caso del RMS Titanic, el segundo de la triada. Aunque el diseño base era el mismo, la experiencia de los primeros meses de servicio del Olympic llevó a mejorar la siguiente nave en el aspecto técnico. Todo ello hizo que aumentase el tonelaje del barco respecto a su hermano mayor hasta que se convirtió en “el objeto móvil más grande jamás creado”: 46.328 toneladas de peso, 270 metros de longitud y 53 de altura.
Pero no solo el tamaño y el peso fueron absolutamente excepcionales, sino que la velocidad de este gigante de los mares también sería deslumbrante. Las mejoras en los motores, con 55.000 caballos de fuerza motora, le permitían navegar a una velocidad máxima de 22,5 nudos (unos 42 kilómetros por hora). En definitiva, un portento del mar que además se creó la fama de insumergible (aunque sus creadores nunca afirmaron tal cosa categóricamente) a pesar de su fatídico final. Esta fama se acrecentó gracias al empleo de los mejores materiales en su construcción y al diseño de un casco de doble fondo dividido en dieciséis compartimentos estancos, de modo que el barco podría permanecer a flote hasta con cuatro de ellos inundados: por desgracia, el choque con el iceberg inundó cinco. De hecho, a pesar de acabar hundido en su primera travesía, el Titanic era realmente uno de los barcos más seguros de su época.
El lujo del interior fue otro ámbito en el que se aplicaron grandes mejoras respecto al Olympic. Los camarotes de primera clase del Titanic fueron diseñados como un hotel de lujo y eran los mejores que jamás había tenido un barco, con algunas suites de lujo que contaban incluso con un pequeño espacio privado al aire libre, algo de lo que carecían el resto de barcos de estas características. Por su parte, los camarotes de segunda clase podían rivalizar con un hotel y los de tercera, aunque mucho más simples, superaban a los de segunda clase de muchas compañías. Pero donde realmente se dejaba sentir el lujo era en los espacios comunes, especialmente en la famosa Gran Escalera de primera clase que estaba rematada por una espectacular y ostentosa cúpula de cristal por la que entraría la luz a espuertas. Por si fuera poco, el barco contaba con gimnasio, salón, sala de lectura, diversos comedores y cafés donde los pasajeros podían explayarse y disfrutar. O lo que es lo mismo, El Titanic más que un medio de transporte, se podía decir que era casi un hotel de lujo flotante que, además, te permitía viajar.