Contemplar algunas de las joyas de la Historia del Arte

[papo1]

Un divertido viaje por todo el mundo para contemplar algunas de las joyas de la Historia del arte

Gioconda

París
La Gioconda de Leonardo da Vinci es una de las obras más famosas de la Historia del Arte. Para ver la misteriosa sonrisa de Mona Lisa hay que ir hasta París y entrar en el Museo del Louvre. Hemos visto el cuadro tantas veces reproducido, que admirarlo en directo puede decepcionar por sus medidas (77 cm por 53 cm) y la cantidad de visitantes que se agolpan frente a esta joya del arte universal. Pero, por supuesto, siempre vale la pena contemplar este fascinante óleo.



Capilla Sixtina

Ciudad del Vaticano
La célebre bóveda de Miguel Ángel decora la sede de la Capilla Pontificia, en el Palacio del Vaticano. La capilla es famosa porque en ella se celebra el cónclave papal en el que se elige al nuevo papa. De entre los frescos que pintó Miguel Ángel representando el Génesis, la escena de La Creación de Adán, es la más icónica de todas.


El Guernica

Madrid
Más que un cuadro, un símbolo. La famosa obra que Pablo Picasso pintó en 1937 por encargo de la República se puede contemplar en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid). Su gran formato (776,6 cm de largo y 349,3 cm de alto) y los dos colores con los que está pintado (blanco y negro) lo dotan de un gran dramatismo con el que se denuncia los horrores de la Guerra Civil española.


El beso

Viena
El beso es la obra más conocida de Gustav Klimt y está expuesta en la Österreichische Galerie Belvedere, en Viena. No deja de ser curioso que sea su cuadro más popular puesto que fue pintado entre 1907-1908, momento de fuerte crisis artística de Gustav Klimt. En él conviven el estilo del Art Nouveau con ormas orgánicas del movimiento Arts and Crafts.


Las Meninas

Madrid
Las Meninas (o La familia de Felipe IV) es la obra maestra de Diego de Velázquez. Para ver esta joya del Siglo de Oro español hay que ir al Museo del Prado, en Madrid. La composición y el tema de este óleo han generado una gran cantidad de estudios de arte; aun así, sigue siendo uno de los cuadros más misteriosos de la Historia del Arte.


La joven de la perla

La Haya
También conocida como La Mona Lisa holandesa, La joven de la perla es un bello óleo sobre tela que Johannes Vermeer pintó entre 1665 y 1667. Para contemplarlo hay que viajar hasta La Haya, la tercera ciudad en importancia de los Países Bajos. El cuadro inspiró una famosa novela de Tracy Chevalier con título homónimo.


Latas de sopa Campbell

Nueva York
Esta original obra de Andy Warhol es una de las más representativas del arte pop. Los 32 lienzos (cada uno de 50,8 cm de alto por 40,6 cm de ancho) que componen el conjunto se pueden ver en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. La obra se expuso por primera vez en 1962, en la Galería Ferus de Los Ángeles, en una única fila como si fuera el lineal de un supermercado.


El nacimiento de Venus

Florencia
El nacimiento de Venus de Sandro Botticelli es una de las obras más representativas de toda la Historia del Arte. No está documentado de quién fue el encargo ni para dónde; pero sí la musa que posó para este famoso temple sobre lienzo: Simonetta Vespucci (o “la bella Simonetta” como se la conocía en la época). La escena, inspirada claramente en “Las metamorfosis” de Ovidio, se expone en Galería Uffizi de Florencia (Italia).


Nighthawks

Chicago
Verdadero icono del arte estadounidense, este óleo sobre lienzo que Edward Hopper pintó en 1942 se puede ver expuesto en el Instituto de Arte de Chicago. La escena retratada, se ve la calle desierta, es de noche, y apenas hay clientes en el “diner”, transmite una fuerte sensación de desánimo y soledad urbana, que son, precisamente, los temas principales de este importante artista.


La noche estrellada

Nueva York
La noche estrellada es la obra maestra de Vincent van Gogh, que la pintó en 1889, en el sanatorio Saint-Rémy-de-Provence, donde estuvo recluido hasta el final de sus días. Para contemplar esta joya del postimpresionismo hay que ir al Museo de Arte Moderno de Nueva York. No es el único paisaje estrellado que pintó el artista neerlandés, al que le fascinaba la observación del cielo nocturno.