Estamos en lo de siempre la pu*a pasta. En los años 70, descendió la población de cangrejos autóctonos, que contaba con una fuerte demanda en el mercado alimenticio por la calidad de su carne. Más tarde se introdujeron los cangrejos procedentes de Nueva Orleans en los arrozales de una finca de Badajoz. Poco después, y con apoyo institucional por parte del
ICONA, se repitió la introducción, esta vez a mayor escala, en las marismas del Guadalquivir, una zona que, por su extensión y condiciones, se consideraba óptima para la producción comercial de la especie, que no entraba en competencia con el cangrejo autóctono por hallarse el último ausente de este ambiente.
Así nos encontramos ahora, con la mie**a al cuello. como en tantas y tantas cosas. En lugar de sanear las zonas húmedas y hacerlas propicias para existencia y proliferación del cangrejo autóctono, se va a lo fácil, que a corto plazo es mas rentable y que más tarde estamos viendo que ha sido una plaga y que ahora tenemos que lamernos las heridas por el desastre ecológico causado.
Lo sentimos pero no se le permite ver el contenido Registrate.