Sánchez juega con Iglesias y Rivera para renovar el poder que hace un año le regaló un asustado Rajoy Cuando al inicio de la Transición Manuel Fraga presentó a Santiago Carrillo en el Club Siglo XXI el ex ministro de Franco utilizó una frase que se atribuye a Winston Churchill: ‘la política hace extraños compañeros de cama’. Eso es lo que ocurriría si Pedro Sánchez y Albert Rivera pactaran un Gobierno de coalición -como el que pretende Pablo Iglesias-, de pesar de todo lo que se han dicho ambos políticos en los últimos meses e incluso días.
Pero ese pacto de investidura y de centro, que reclama el poder económico, la embajada USA, Macron, Merkel y hasta el Vaticano, tampoco sería una gran novedad porque ya existió en marzo de 2016 entre Sánchez y Rivera. Pero fracasó con votos en contra del PP de Rajoy (que vio el cielo abierto) y del Podemos de Iglesias (ahí empezó la crisis con Errejón) que esparció un puñado de cal viva de los GAL sobre los escaños del PSOE en recuerdo de Felipe González.
Aquel pacto Sánchez-Rivera, con 200 medidas de Gobierno, se llamó ‘el pacto del abrazo’ -como lo recuerda José Oneto- en alusión al cuadro de Genovés que está en el Congreso y alude a ‘la reconciliación’ durante la Transición.
Y ahora se podría reeditar si Sánchez y Rivera se entienden a pesar de todas las concesiones de Sánchez al golpismo y soberanismo catalán y del pacto de Cs con el PP en Andalucía. Y una vez que Pedro Sánchez, empezando por Navarra, rompa con los independentistas y por supuesto con Podemos, donde Iglesias se está jugando su supervivencia en el liderazgo de UP.
Sánchez tiene tres opciones: renovar los pactos de la moción de censura de ahora hace un año con Podemos y los nacionalismos soberanistas vascos y catalanes, pero metiendo a la pareja (van juntos a todo) de Pablo Iglesias e Irene Montero en el Gobierno de España; pactar con Albert Rivera una gran coalición de centro, pero con Rivera como vicepresidente; y la repetición de las elecciones generales en el otoño.
Como Sánchez no tiene más ideología ni escrúpulos que el disfrute del poder de la misma manera que se alió con los populistas de Podemos y los soberanistas vascos y catalanes en la moción de censura, ahora e incluso más fácilmente Sánchez podría pactar con River. Aunque el líder de Cs se resiste porque no se fía de Sánchez y porque dijo y prometió que nunca pactaría con Sánchez por su deriva en favor del golpismo catalán. Y porque teme que, una vez en el Gobierno, será el rehén de Sánchez quien siempre tendrá en su mano la potestad de un adelanto electoral.
El secreto de la espantada de Rajoy
Rivera tuvo y perdió su gran oportunidad en la Primavera de 2018 cuando Cs lideraba las encuestas y la corrupción del PP rebosaba en los tribunales. Si en ese momento Rivera decide no aprobar a Rajoy los Presupuestos de 2018 y obligarle al adelanto electoral Cs habría tenido un gran resultado en esas elecciones y puede que Rivera habría llegado a la Moncloa.
Pero ese pésimo estratega que siempre fue Rivera -ahora mismo no sabe que hacer- se equivocó, apoyó las cuentas de Rajoy y el que si llegó a la Moncloa fue Sánchez con la moción de censura y dejando a Rivera en la estacada tras la asombrosa fuga de Rajoy que se negó a dimitir durante la moción de censura para facilitar la llegada de Sánchez a la presidencia del Gobierno.
Una extraña decisión de Rajoy -que abandonó los debates de la censura para irse a comer y tomar copas en una sobremesa de ocho horas- que solo tiene una explicación: la presunta amenaza de Barcenas a Rajoy, a través de Javier Arenas, de que haría público un vídeo que le implicaba a Rajoy en la corrupción del PP si la esposa de Barcenas Rosalia (condenada a 13 años de cárcel en la sentencia de Gurtel) entraba en prisión preventiva.
Ingreso de Rosalía en prisión que evitó Rajoy con ayuda de Carlos Lesmes, presidente del Poder Judicial, pero que empujó a Rajoy marcharse con la mayor urgencia de las Presidencias del Gobierno y del PP. Porque ese vídeo de Barcenas -que había buscado la ‘policía patriota’ de Interior- existía y se corría el riesgo de que llegara a los medios de comunicación. Y Rajoy no quería, por nada del mundo, que ese escándalo lo pillara en la Moncloa o en la presidencia del PP y por ello no dimitió en la moción de censura y huyó.
La semana del 21 al 25 de mayo de 2018 fue crucial para el vuelco de poder en España:
-El lunes 21 Lesmes maniobra en el Poder Judicial (sacando al magistrado Prada de la Sala de Vistilla de la sentencia de Gurtel) para que la esposa de Barcenas, Rosalia, no entre prisión preventiva a pesar de la condena de 13 años de prisión.
-El miércoles 23 el Pleno del Congreso confirma los Presupuestos Generales de 2018 de Rajoy, con el apoyo de Cs y PNV.
-El jueves 24 se hace pública la sentencia de Gurtel que condena al PP, que el Gobierno conocía desde hacía una semana lo que le permitió maniobrar para salvar Rosalia y evitar al presunto chantaje de Barcenas. Una sentencia cuya publicación de retrasó una vez que el magistrado conservador Huertas retrasó intencionadamente la entrega de su voto particular.
-Ese mismo jueves 24 en Moncloa se especula con un adelanto electoral que se debatirá en el Consejo de Ministros del viernes 25. Se dice incluso que existía preparado un decreto de disolución de las Cortes al término del Consejo de Ministros del viernes.
-El jueves 24 por la noche alguien avisa a Sánchez del posible adelanto de las elecciones generales para el día siguiente viernes.
-El viernes 25 a las 10 de la mañana y sin escuchar su Ejecutiva, que había sido convocada a las 11 de la mañana, Pedro Sánchez presenta la moción de censura contra Mariano Rajoy en la ventanilla del Registro del Congreso de los Diputados.
-El 1 de Junio de 2018 Pedro Sánchez gana la moción de censura durante la votación del Congreso con los votos favorables de PSOE, Podemos, PNV, ERC, PDeCAT y Bildu, y automáticamente queda investido presidente del Gobierno de España.
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