Como si de una partida de ajedrez se tratase, Atlético de Madrid y Girona se presentaban en la tarde de martes incapaces de doblegarse el uno al otro, cada vez que se veían firmaban las tablas para dejarlo para otro día. Daba igual que fuera el primer partido en la elite de los gironins, en la Copa del Rey, en el Wanda Metropolitano o en Montilivi, el resultado era siempre una por en la Quiniela. Cinco partidos, cinco empates. De alguna manera, ese entramado de tres centrales se le atragantaba al Cholo Simeone hasta que hoy Eusebio decidió cambiar el sistema y meter a Douglas Luiz en el pivote, por delante de la defensa. Ello no resultó relevante porque el Girona controlaba la situación hasta que apareció el VAR, con Mateu Lahoz al frente, a menos de cuarto de hora para el final para que el Atlético siga agarrado a la segunda plaza
El Atlético hizo acto de presencia en el minuto 40. Su grada de animación lo hizo en el minuto 12 en señal de protesta. Antes, el protagonismo fue para Doumbia, el encargado de relevar al lesionado en el sóleo Cristhian Stuani (de hacer olvidar al 53% de los goles de tu equipo en la temporada liguera). El marfileño fue el que más se lo curró. Tanto que las ocasiones, a favor y en contra, fueron suyas. Dos probando los reflejos de Oblak, la primera en una gran parada y la segunda haciéndose daño; y la otra en su propia portería poniendo a prueba la atención de Gorka Iraizoz en una acción revisada sin consecuencias por el VAR por posible mano.
Hasta entonces, el Atlético de Madrid se disfrazó de Girona. El 3-5-2, con Arias y Saúl Ñíguez de carrileros y trivote con Thomas, Rodri y Koke, era plano. Un derechazo de Koke desde fuera del área que se estrelló en el travesaño retumbó hasta en la M-40 y ello provocó que los colchoneros despertasen del letargo. Fue el primer remate de Koke en el Wanda Metropolitano en un partido de cualquier competición. Acto seguido, Álvaro Morata ganándole la espalda a Alcaraz estuvo a punto de definir de forma sutil pero su intención se marchó por encima del larguero. Pero fue un espejismo porque, quitando un disparo tan peligroso como centrado de Saúl (al que volvieron loco con las posiciones) y una acción individual de un Vitolo que sin quererlo revolucionó el envite, el Girona daba más sensación de control que un Atlético de Madrid que centraba su juego en balones largos a un Álvaro Morata tan desasistido como desatinado. El madrileño se hartó de entregar pases a nadie dentro del área rival.
Así llegábamos a la jugada crucial de la contienda. Tras la salida de un corner, un chut mordido de Vitolo hacía que la defensa del Girona saliese. Antoine Griezmann lograba anticiparse a Iraizoz en lo que parecía un claro fuera de juego. Ello despistó al meta vasco que despejó a la cabeza de Diego Godín que empujó plácido a la red. Las repeticiones y las líneas trazadas daban la razón al francés y a un uruguayo que se anotaba su tercer tanto en liga (13 de los últimos 14 de cabeza) y que desnivelaba el partido.
El Girona al final se fue al ataque con más corazón que cabeza y, solo en el último suspiro, creó incertidumbre. Muniesa en boca de gol prefirió tirarse y reclamar penalti antes que porfiar por marcar. Fue el germen de la contra de la sentencia donde Antoine Griezmann, con un genial detalle y sobre la bocina, decía adiós a su racha de siete partidos consecutivos sin marcar. El francés nulo en todo el partido, evitó además la tarjeta que le hubiera hecho perderse el partido del Camp Nou, próximo partido de liga que será un canto a la esperanza utópica de luchar por algo imposible como el título liguero.
Lo sentimos pero no se le permite ver el contenido Registrate.