El francés firma su mejor partido vestido de blanco y guía al Real Madrid hacia su tercera victoria consecutiva en liga.
Karim Benzema o, lo que es lo mismo, la sonrisa del Real Madrid. Hablar del francés es hacerlo del semblante de un conjunto que bien se ha vuelto dependiente de todo lo que hace su nueve. Y así lo demostró ante el Espanyol, frente al que firmó probablemente su mejor partido vestido de blanco. Karim guillotinó a un endeble rival y terminó de confirmar una creencia vuelta certeza con el paso de los días: que él es el nuevo guía de la casa blanca.
Y es que cuatro minutos duró la resistencia perica. Poco más de lo que tarda un reloj de arena en agotar su cuenta atrás. Le rindió el Espanyol pleitesía al premio ‘The Best’, abriéndole un pasillo a Modric que llegó hasta el corazón de su área. Solo le faltó a Luka saludar a los presentes mientras se colaba para forzar el primero, obra de Karim Benzema tras el rechace de Diego López.
Un tanto que afianzó la idea de juego de un Madrid casi siempre cómodo cuando visita Cornellà – El Prat. Movió a su antojo la pelota, reservando sus pocos golpes para hacer daño de verdad. Así, cada vez que llegó con verdadero peligro fue para golpear la yugular de un Espanyol que, pese a Baptistao, se sigue desangrando con nueve derrotas en las últimas diez jornadas. Al brillante testarazo de Sergio Ramos (15’) solo pareció responder el delantero brasileño, único creyente en un equipo plagado de ateos.
Fue el suyo el único atisbo de orgullo en un Espanyol que depositó su destino en las manos de Benzema. Sí, porque el choque latió al ritmo que quiso el francés, que bien volvió a presentar sus credenciales para ser el director de una orquesta hasta ahora sin mando. Trazando una pared con Vinícius, el ‘9’ marcó el tercero a las puertas del descanso, antesala de la exhibición que dio en el segundo asalto.
Sacó su varita el francés para cargar de magia un duelo cuyo desenlace ya estaba más que escrito. En sus trucos, bien entendidos por un también brillante Modric, y en la vuelta de Bale radicó el único interés de una segunda parte que tornó sus ojos solo hacia el francés. También de sus pies nació el cuarto y último tanto blanco. El francés combinó en el balcón del área con Lucas, que dejó pasó a otra genialidad de Bale. Con un regate de videojuego, y recordando a la ruleta del que fuera su entrenador – Zinedine Zidane -, el galés cerró, con un disparo cruzado (67’), una victoria solo empañada por la expulsión de Varane y el tardío golazo de Rosales (81’). Únicos lunares negros de una noche cuya firma la puso la nueva y reafirmada insignia del buque blanco, Karim Benzema.
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