El argentino, autor de un gol y llave para otro, le da color a una gris victoria del conjunto blaugrana
Sin Messi, el paraíso es una utopía. Y eso que bien hizo Dembélé por cambiarlo. Sacudido de un tiempo a esta parte de la presión de su precio y sin la losa a la espalda de los millones que costó, tomó el francés las riendas de un equipo sin guía hasta que llegó el ‘10’. Llave para acabar con un Leganés que, sin excesos, compitió hasta que quiso Messi (3-1).
Y es que sin el cosquilleo del que se sabe ante el mejor del mundo, la primera parte caminó entre la monotonía de la estéril posesión blaugrana y lo que quiso Dembélé. El internacional galo se salió del guion, construyendo todo cuando pasó en un Camp Nou contrariado por la ausencia del que todo lo acapara. Pero sin rey, bien se asignó el ‘11’ del Barça el título de príncipe. Hizo de Leo y calcó la eterna alianza con Jordi Alba para derribar por bajo el muro defensivo a de un hasta entonces más que potable Leganés (32’).
Se repuso, sin embargo, el equipo de Pellegrino, empujado en buena medida por la pasividad culé. Con más fe que un Barcelona del que solo se salvaron Dembélé y Aleñá, empató con una rápida y efectiva transición. En-Nesyri ganó línea de fondo y Braithwaite definió a bocajarro (57’), haciendo saltar una alarma que apagó el de siempre.
Sacó Ernesto Valverde su as de la manga, el de dar entrada a Leo Messi, y el diez propició el golpe definitivo a la mandíbula pepinera. No quiso Cuéllar ser la víctima de una caricia a la escuadra del argentino, sacando una mano brillante que, sin embargo, dejó muerto el cuero para la llegada de Luis Suárez. Más rápido que el portero, el uruguayo puso el segundo (71’) y, ya en el descuento, Leo firmó el tercero con su pierna menos buena confirmando una única certeza. Que jugar con Messi es jugar con trampa.
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