Muchos padres españoles consideran que sus hijos llevan demasiados deberes a casa y que eso agobia a los niños, dificulta la convivencia familiar y convierte a los padres en maestros de sus hijos
Periódicamente surge de nuevo el debate sobre si los profesores deben mandar deberes para hacer en casa. La polémica viene de lejos, porque ya en 1956 el ministerio los prohibió para alumnos de primaria. Como es lógico, es un tema que nos interesa mucho en la Universidad de Padres -puesto que las familias confían en nosotros- y que hemos procurado estudiar rigurosa y objetivamente. Esto es necesario porque el tema se ideologiza con frecuencia al mezclarse con ideas sobre el esfuerzo en la escuela. Por ejemplo, las dos confederaciones de padres no se ponen de acuerdo. La CEAPA critica los deberes y la CONCAPA los considera imprescindibles.
William Damon, un especialista de renombre mundial, director del gigantesco 'Handbook of Child Psychology', de la editorial Wiley, considera que la desmesurada preocupación por el bienestar del niño ha producido una excesiva laxitud educativa que hace a los niños poco tolerantes a la frustración y al esfuerzo. Durante mi última estancia en Harvard, causaba sensación un libro titulado 'Battle Hymn of Tiger Mother', escrito por una estadounidense de origen chino llamada Amy Chua. Contaba que a la vista de que el sistema educativo americano estaba mas preocupado por la felicidad del niño que por su formación, había decidido educar a sus dos hijas “a la china”. Se trataba de una educación muy exigente que espeluznaba un poco a los lectores occidentales. Poco después, apareció en un periódico de difusión nacional una carta de una de sus hijas, que acababa de ser admitida en las cinco mejores universidades del país, diciendo textualmente: “Ser tu hija no fue muy divertido, pero ahora te agradezco todo lo que hiciste por mí”. Hay sistemas educativos con pocos deberes (por ejemplo, Finlandia y Corea) y otros con muchos (España, Italia y Rusia).
Las actividades de repaso son necesarias, y si se hacen, por ejemplo, tres o cuatro horas después de haber aprendido algo, son extremadamente eficaces
Muchos padres españoles consideran que sus hijos -en especial de primaria- llevan demasiados deberes a casa y que eso agobia a los niños, dificulta la convivencia familiar y convierte a los padres en maestros de sus hijos. Me gustaría tener información directa de mis lectores sobre el número de horas que tienen que dedicar sus hijos a esas tareas. Hay que tener en cuenta, además, que muchos niños y adolescentes tienen actividades extraescolares que también exigen mucho tiempo.
Para abrir el debate, voy a exponer los argumentos que aducen los defensores y los críticos de los deberes en casa:
Aspectos positivos: favorecen el desarrollo del niño, refuerzan el aprendizaje que tiene lugar en el aula, promueven la autonomía y el hábito de trabajo, son adecuados para los aprendizajes que se basan en la repeticion y la práctica (lectura, cálculo), sirven para conectar el contexto escolar con la vida cotidiana.
Aspectos negativos: generan problemas de ansiedad, inciden negativamente en el clima familiar, son elementos de desigualdad e inequidad para las familias con menos recursos educativos, ocupan el tiempo familiar en el que tienen lugar otro tipo de aprendizajes, los equipos docentes no suelen coordinar los deberes, no se personalizan ni se calculan en conjunto.
Las conclusiones a las que hemos llegado en la Universidad de Padres son:
1.- El lugar de aprender las disciplinas académicas es la escuela. La tradicional idea de que en la escuela se escucha y en casa se estudia no es de recibo en primaria y secundaria. Los padres no pueden ser maestros de sus hijos.
2.- Las actividades de repaso son necesarias, y si se hacen, por ejemplo, tres o cuatro horas después de haber aprendido algo, son extremadamente eficaces.
3.- Hay actividades que necesitan un entrenamiento repetitivo (la lectura, por ejemplo) que puede exigir más tiempo del que se le puede dedicar en la escuela. En eso, la ayuda de los padres puede ser necesaria.
En algunos países se ha implantado un sistema de portfolios –una recopilación de los trabajos del niño- que nos permite seguir sus progresos
4.- Es importante que los padres demuestren interés por lo que sus hijos han aprendido. Mientras les hablan de ello, lo están repasando.
5.- En casa, los hijos pueden aprender otras muchas cosas extraordinariamente importantes: responsabilidad, organización del tiempo, valoración del trabajo. Las “tareas de casa” son tareas muy educativas.
6.- Cada niño aprende de una manera diferente, a una velocidad distinta, con unos intereses especiales y con unos recursos y unas dificultades propias. Por eso, el ideal -sin duda muy difícil en las actuales circunstancias de la escuela- sería que el profesor graduara la cantidad de deberes de cada niño, teniendo en cuenta sus circunstancias concretas. Por eso, estamos investigando sobre la conveniencia de formar “tutores de aprendizaje”, expertos en guiar la evolución educativa general de cada niño. En algunos países se ha implantado un sistema de portfolios -una recopilación de los trabajos del niño desde que entra en la escuela- que nos permite seguir sus progresos y sus dificultades.
7.- En general, nos parece sensata la regla de los 10 minutos propuesta por el profesor Harris Cooper, de la Universidad de Duke. El autor considera que los alumnos que hacen deberes tienen mejores resultados que los que no, pero solo si lo hacen con la calidad y cantidad adecuada. Propone que los alumnos de primer curso de primaria se impliquen 10 minutos diarios, y que se vaya incrementando este tiempo 10 minutos en cada curso, lo que supondría estudiar una hora el último curso de primaria. En secundaria, los deberes son más necesarios y se deberían alcanzar las dos horas al día.