En la postguerra en los llanos de extremadura, con un sol que derretía las ideas, iban un padre y un hijo con mas hambre que carpanta, de repente se encuentran en medio de un campo donde había un grupo de segadores que se preparaban a comer un caldero de migas. Mira, al padre y al hijo se le empiezan a caer dos lagrimones como una señal de dirección prohibida
-Buenos dias señores - dice el padre
-Que así las tengamos todos - contestan desde la cuadrilla
-Entre mi hijo y yo nos comemos todo ese caldero de migas sin parar y sin vino ni ná
-Apueste Padre que no pierde - apunta el hijo
-Y después, entre mi hijo y yo somos capaces de segar todo ese sembrao que falta
-Padre cualquier día por apostador le van a dar en "tol hocico"